martes, 26 de marzo de 2013

Comida enferma en el hospital de Navarra

 Con los brutales recortes que está viviendo el sector público a causa de la crisis, parece que vamos a lograr lo que parecía imposible: que los enfermos coman aún peor.

"El horror tiene cara, y uno debe familiarizarse con él", decía el Coronel Kurtz enApocalypse Now. El personaje de Marlon Brando no se refería a la comida de los hospitales públicos españoles, pero si después de Vietnam hubiera tenido que tragar lo que se echa a los enfermos en algunos de ellos, seguramente habría repetido las mismas palabras.

Los manjares servidos en los centros sanitarios nunca fueron dignos de elBulli, y no precisamente por la ausencia de espumas y obulatos. Sopas aguachadas de fideos, tortillas francesas momificadas, verduras con sabor a vacío existencial, filetes de cuero repujado, macedonias de bote marca ACME o postres 100% libres de ingredientes naturales son algunos de los emblemas de nuestra gastronomía hospitalaria tradicional. Ahora bien, con los brutales recortes que está viviendo el sector público a causa de la crisis, parece que vamos a lograr lo que parecía imposible: que los enfermos coman aún peor.

El Complejo Hospitalario de Navarra (CHN), cuyo servicio de comidas acaba de ser privatizado, se ha situado en la vanguardia de este proceso de transformación. La foto deuna supuesta cena servida el domingo en el centro, en la que se ve una especie de vómito verdoso cuajado y guarnecido con unas zanahorias birriosas, recorrió ayer como un vendaval las redes sociales. Para verificar si se trataba de uno de los platos de su menú, me puse en contacto con la concesionaria del servicio, la empresa Meditérránea de Cátering. Me dijeron que no sabían nada de la foto ni de la ola de indignación que estaba desatando, y que me llamarían para confirmarla o desmentirla. Todavía espero su respuesta.

Lo que sí he podido contrastar es que el aterrizaje de esta compañía en el hospital público navarro ha sido movidito. La prensa local habla de un "alarmante deterioro" en la alimentación de los pacientes desde que se produjo la "externalización". A finales de enero, los enfermos y sus parientes denunciaron que a las habitaciones llegaban panes chamuscados, tortillas quemadas o ensaladas cocidas, en un delirante carrusel de despropósitos que incluyó cafés con leche para los niños, yogures azucarados para los diabéticos, bacalao salado para hipertensos y lentejas con chorizo para personas con el colesterol alto.

Aunque el caos inicial, que le ha valido a la empresa la apertura de un expediente por parte del Gobierno navarro, parece haber remitido, las quejas de los pacientes continúan. "Las enfermeras nos piden perdón por la comida que nos traen", cuenta una paciente enNoticias de Navarra. Vistas las fotos que circulan por la red, no me extraña nada: yo serviría esa bazofia con una careta puesta para que nadie pudiera recordar mi cara y buscarme tras ponerse bueno. Las protestas no sólo se producen en Pamplona: trabajadores de centros sanitarios de Madrid, Alicante o Murcia cuyo servicio de comidas ha sido cedido a Mediterránea describen apetitosas carcasas de pollo y hamburguesas congeladas a punto de caducar, verduras pasadas o aves a medio desplumar en el último número de la revista Interviú. La compañía se defiende diciendo que los pacientes son su prioridad y que llevan 20 años trabajando con los principales hospitales sin que haya habido problemas de seguridad alimentaria.

Llamadme pesimista, pero me temo que la tendencia del futuro va a ser una mayor degradación de la calidad. Iniciativas como los menús "con denominación de origen" del Miguel Servet de Zaragoza, o la colaboración entre el Hospital de Galdakao y el chef Eneko Atxa suenan casi a frivolidad en estos tiempos de presupuestos cortados con machete. Al ritmo de "ajustes" al que vamos, la ya temible comida para los enfermos del sistema público de salud cuenta con todas las papeletas para convertirse en una pesadilla propia de Chicote.


Macarrones a la nada y cosa con zanahoria en el Hospital de Fuenlabrada (Madrid). /


Imagino que dar de comer en un hospital no debe de ser tarea fácil: cientos decomensales, muchas dietas distintas y un ritmo de servicios endiablado. Pero hay algunos hospitales en España donde se hace razonablemente bien. Además, mis cortas entendederas me dicen que una correcta alimentación es fundamental en la recuperación de cualquier enfermo, por lo que reducir gastos en este terreno es poco menos que una estupidez. Y más teniendo en cuenta que el coste no es demasiado alto: según un estudio elaborado por médicos del 12 de Octubre de Madrid, cada comida son 22 euros, y la cena, 7,2. No se trata de exigir delicatessen en las bandejas, sino simplemente demandar una comida digna, fresca y sana que ni insulte al paladar ni destruya el estómago.

Aunque pensándolo bien, quizá todo forme parte de una retorcida estrategia, encaminada a que los pacientes abandonen cuanto antes los hospitales espantados por la basura que les dan. O a que prefieran morirse antes de seguir comiendo semejantes truños, con el consiguiente ahorro en camas y recursos. Desde ese punto de vista, las tortillas verdes del Hospital de Navarra serían todo un éxito.